Mucho debate se ha generado por las recientes advertencias que XM, empresa operadora del mercado eléctrico, emitió sobre posibles racionamientos en algunas zonas del país. Algunos han calificado estos anuncios de alarmistas, otros de inconsistentes o irresponsables. Más allá de la oportunidad y forma en que se presenta el comunicado, es importante, cuando se habla de posibilidades de limitaciones al suministro de energía eléctrica, no confundir peras con manzanas. Porque estos racionamientos pueden surgir por diferentes causas específicas o la combinación de varias.


Es cierto que, desde hace meses, no solamente XM, sino las agremiaciones del sector, las instituciones gubernamentales, el mismo Ministerio de Minas y Energía, han insistido que aun cuando ya se materializó el fenómeno de “el niño” en el país, en su criterio, este no llevará a racionamientos eléctricos. En este caso, todos estos actores del mercado hacen alusión a racionamientos provenientes de limitaciones en la producción de energía, la generación, ante la ya conocida dependencia de nuestra matriz eléctrica del recurso hídrico. Siendo aun un “el niño” incipiente, hay que decir que San Pedro por lo pronto está jugando a favor de esa solvencia energética en el corto plazo. Las alarmas que se encendieron en junio, cuando los aportes hídricos a duras penas superaron el 50% de la media histórica y el nivel de los embalses rápidamente empezó a descender a niveles cercanos o inferiores al 70% de su capacidad útil de generación, se han apaciguado con reservas superavitarias o al menos cercanas a la media histórica en lo que va de julio, llevando el nivel del embalse agregado al 81% de su capacidad útil. Una maravillosa noticia para enfrentar la etapa más aguda del fenómeno que se espera para finales de este año y principios del próximo. Aun así, al tratarse del clima, es muy temprano para partes de victoria. En mi opinión, la incertidumbre sobre la solvencia energética está despejada si este “el niño” es corto y moderado. En caso de tratarse de un fenómeno de larga duración, digamos más de seis meses de afectación pico y de intensidad fuerte, la solvencia está aun en entredicho. Ya lo hemos tratado en entregas anteriores de esta columna. La demanda viene creciendo a ritmos mucho más acelerados de lo previsto, y la oferta, proveniente de nuevas
plantas de generación no entrará masivamente al sistema hasta bien entrado el 2024, en el mejor de los casos.


Otra cosa, es la posibilidad de racionamientos ya no por insuficiencia en el producto, sino más bien por limitaciones en el transporte del mismo. La carretera para llevar el producto terminado desde el punto de producción hasta el punto de consumo no está en condiciones óptimas. Es decir, o no hay carretera, o está llena de huecos o tiene varios derrumbes o está en construcción. Esa es la realidad de las redes de transmisión y distribución en gran parte de la geografía nacional, que puede llevar a que, ante el ya mencionado incremento de la demanda de energía (más tráfico en la carretera) , las redes no sean suficientes para transportar toda la energía que se demanda. Cierto es, como lo dice la UPME, que este diagnóstico no es nuevo. Pero cierto es también que este sistema se planea con la oportuna actualización de las proyecciones de demanda, que son las que dan la señal para convocar nuevas obras de infraestructura de redes. Si la planeación no da las señales, las obras no se adjudican y no se construyen. Volviendo al símil de la carretera, una vía se construye con una proyección de demanda, de usuarios que harán uso de la misma. En muchos casos, esta vía se financia con peajes, que viabilizan el cierre financiero de la obra. La transmisión funciona con una lógica similar. Si hay demanda nueva, se adjudica la construcción de la obra, y el costo, equivalente al peaje, lo pagaremos los usuarios en el componente T de la tarifa. Es por esto, entre otras cosas, que aunque idealmente queramos tener las mejores redes y que estas lleguen con suficiencia a todos los rincones del país, debemos aterrizar a la realidad de que esto implicará eventualmente mayores tarifas, pero adicionalmente que habrá que priorizar y planear, de manera que el costo para el usuario no sea excesivo.

Acá es donde se debe pasar del discurso a la acción. Se habla y se habla de transición energética. Nuevas plantas de generación renovables, grandes, medianas y pequeñas, en todo el territorio, ¡maravilloso! Pero hay que conectarlas y es evidente que la infraestructura de red no es suficiente. Se habla de una reindustrialización y una electrificación de la economía, nada más utópico. Basta con revisar los innumerables casos de usuarios industriales que quieren conectar nuevas cargas al sistema en la Sabana de Bogotá o en la Costa Atlántica. La respuesta para todos es: no hay energía, tal vez después del 2025. Cuánto daño está haciendo este rezago a industrias existentes con necesidades y capacidades de ampliación, ni que decir a nuevas industrias que quieren establecerse en Colombia y que vienen pensándoselo mejor. Daño que por supuesto afectará tarde o temprano el crecimiento económico y la competitividad del país……. ¡porque energía …no hay!

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